Energía solar fotovoltaica en la construcción ecológica

 

 

 

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Energía a su alcance

La energía solar procede de la radiación, percibida por nosotros en forma de luz y de calor, que diaria y gratuitamente recibimos del sol.  El valor de esta energía es muy importante y para describirlo en términos coloquiales yo diría que, si pudiéramos aprovechar al máximo este recurso energético gratuito, bastaría una pequeña parte del tejado de nuestra casa para obtener (con una cierta inversión en equipamiento) toda la energía que necesitamos para vivir confortablemente. Pero esto no es así ya que, por diversas razones, sólo podemos aprovechar una parte de esta energía.

Básicamente la energía solar para uso doméstico se ofrece en dos formas distintas: la térmica y la fotovoltaica. La primera nos sirve para calentar agua, ya sea para uso sanitario, para la calefacción o para la piscina. La segunda, la fotovoltaica, nos sirve para producir electricidad que podremos utilizar para iluminar la casa o alimentar los electrodomésticos.

La primera, la térmica, es la más sencilla de entender y de aplicar pues consiste, simplemente, en aprovechar la radiación solar para calentar unos paneles, normalmente instalados en el tejado, por los que circula un líquido que absorbe ese calor y lo transfiere a un depósito de agua que suministrará agua caliente a la vivienda. Otro día hablaremos de ello.

La segunda, la fotovoltaica, a la que vamos a dedicar hoy nuestra atención, utiliza la propiedad que tienen algunos materiales (el más común es el silicio) de generar una corriente eléctrica cuando se exponen a la luz.

La energía solar fotovoltaica

¡Así de simple!: Ilumino un cristal de silicio y, poniéndole unos contactos metálicos en sus extremos, obtengo una corriente eléctrica continua semejante a la que me ofrece una pila.  Con el fin de poder utilizar esta singular propiedad de una forma práctica, estos cristales de silicio se encapsulan en pequeñas células (células fotovoltaicas) que se conectan convenientemente entre sí, para que se sume la energía que cada una de ellas produce, formando, de este modo, un  entramado que, debidamente iluminado, nos entregará una potencia eléctrica razonable. Este entramado se cubre con una plancha protectora de vidrio y se coloca sobre unos paneles rígidos para permitir su fácil manejo e instalación en el tejado, o en cualquier otro lugar donde incida directamente el sol el mayor tiempo posible y, además, para darle una buena resistencia a la intemperie, ya que la duración que suelen garantizar los fabricantes es de unos 25 años. Las estructuras así formadas son los llamados paneles fotovoltaicos, disponibles hoy en día en diversos formatos para adaptarse a nuestros requerimientos, tanto de potencia eléctrica como de espacio disponible para su instalación. A mayor potencia mayor número de paneles requeridos y, por tanto, mayor espacio necesario para su instalación.

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